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4 jun 2025
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El duelo es la respuesta natural ante una pérdida significativa: la pérdida de un ser querido, un vínculo, una etapa o una parte de nuestra identidad. Además de tristeza, puede incluir rabia, confusión, culpa o incluso alivio. Sin embargo, cada persona lo vive a su manera, y comprender lo que sentimos puede ayudarnos a acompañarnos con más compasión.
En este artículo, exploramos las 5 fases del duelo propuestas por Elisabeth Kübler-Ross en su libro “On Death and Dying” (1969), así como algunas recomendaciones para acompañar este proceso de forma más saludable y consciente.
1. Negación
La negación es una de las primeras reacciones que pueden aparecer. Es un mecanismo de defensa natural que busca protegernos del impacto emocional abrumador para darle tiempo al sistema para empezar a asimilar.
Esta primera etapa a veces se experimenta como un desconcierto, una especie de anestesia emocional, como si todo estuviera pasando en otra dimensión. Muchas personas describen una sensación de desconexión del cuerpo o de la realidad.
Algunas frases internas típicas que pueden aparecer durante esta etapa son:
“Esto no puede estar pasando.”
“Debe haber un error.”
“Va a entrar por la puerta en cualquier momento.”
La negación no implica ignorar lo que ocurrió, sino que una parte de la persona aún no puede aceptar del todo la pérdida. Es una reacción protectora del sistema interno que permite dosificar el impacto y ganar tiempo para empezar a procesar el dolor emocional.
Con el acompañamiento adecuado, esta fase de negación suele ir cediendo lugar a emociones más integradas. Pero si se sostiene demasiado en el tiempo, puede ser señal de que algo no está siendo proceso, y es importante buscar ayuda. Una negación prolongada puede afectar el bienestar emocional e incluso derivar en problemas físicos o en un duelo patológico.
2. Ira
Cuando la negación empieza a disolverse, aparece la ira. Esta puede manifestarse como una rabia profunda, dirigida hacia uno mismo, hacia otros, hacia lo que no se puede cambiar o incluso hacia la vida o el destino.
La ira representa el momento en que la realidad empieza a hacerse más presente, ya no estamos anestesiados, pero aún no podemos aceptar lo que pasó. Hay una tensión interna que pide ser expresada. La persona puede experimentar Irritabilidad o estallidos de rabia sin motivo claro, una sensación fuerte de injusticia y la necesidad de encontrar culpables.
Algunas pensamiento típicos durante la etapa de la ira son:
“¿Por qué me pasó esto a mí?”
“No es justo.”
“Alguien tiene que tener la culpa.”
“Si él/ella no hubiera hecho eso, esto no habría pasado.”
Aunque muchas veces la vemos como una emoción “negativa”, la ira en realidad es una forma intensa de dolor, una energía que busca salir. Nos muestra que algo nos importa, que la pérdida nos tocó en un lugar profundo. Poder nombrarla y sentirla sin juzgarla es clave en esta etapa, para abrir paso a una comprensión más honesta y transformadora del proceso que estamos viviendo.
3. Negociación
La etapa de negociación es una especie de intento mental de cambiar lo que pasó. Es cuando la mente empieza a construir escenarios hipotéticos con la ilusión de que, si se hubiera hecho algo distinto, la pérdida no habría ocurrido. Es una forma de tratar de aliviar el dolor buscando explicaciones o soluciones que ya no son posibles.
En este momento, la persona puede experimentar sentimientos de culpa, esperanza falsa, una especie de ilusión de que las cosas todavía podrían volver a ser como antes, pensamientos repetitivos sobre lo que pudo haberse hecho distinto.
Algunos pensamientos internos que pueden aparecer durante esta etapa son:
“Si hubiese hecho esto y no aquello..””
“Quizás si hago esto, las cosas mejoran.”
“Daría lo que fuera por tener otra oportunidad.”
“Prometo que voy a cambiar, pero que todo vuelva a ser como antes.”
La fase de negociación no es lógica, pero sí humana. Es una forma de procesar lentamente lo impensable. En lugar de confrontar de lleno la pérdida, aparece esta etapa intermedia que busca control o sentido. Si bien no resuelve nada, es parte del camino hacia una comprensión más profunda de lo ocurrido.
4. Depresión
Cuando la realidad de la pérdida se hace más clara, llega una profunda tristeza. Es el reconocimiento de lo que ya no está. Puede sentirse como vacío, nostalgia, desesperanza o fatiga. Es una etapa dura, pero necesaria. Permitirse estar ahí, sin apurarse a “salir” o “sentirse mejor”, es parte fundamental del proceso.
Es una etapa donde el sistema emocional parece estar procesando el impacto más crudo de lo que ya no está. Y aunque duela, es también un signo de que se está entrando en contacto con la verdad de lo que se vivió.
La persona puede sentir tristeza constante, que no se alivia fácilmente, pérdida de interés por actividades cotidianas, aislamiento social o necesidad de estar solo/a, no por rechazo, sino por una forma de recogimiento. Es parte de un duelo normal.
Algunas frases internas típicas que pueden aparecer durante esta etapa son:
“No tengo ganas de nada.”
“Siento un vacío que no se va.”
“Nada tiene sentido sin esa persona.”
“No quiero ver a nadie.”
Esta fase suele generar preocupación, tanto en quien la atraviesa como en su entorno. Pero es importante entender que, en el contexto del duelo, no se trata de una depresión clínica, sino de un proceso. Eso sí, si el malestar se prolonga mucho o se vuelve incapacitante, es fundamental pedir ayuda profesional. A veces, una tristeza que se estanca puede necesitar acompañamiento para transformarse.
5. Aceptación
No es lo mismo que “superar” o “estar bien”. Aceptar es poder mirar de frente lo que pasó, sin resistencia. Es abrirse a una nueva realidad, integrando la pérdida como parte de la propia historia. A veces llega en forma de calma, de claridad, o de una sensación de que algo se acomoda internamente. Aceptar no borra el dolor, pero permite que empiece a transformarse.
La persona puede empezar a reconectar con su vida, con lo que hay hoy, sin que eso signifique dejar atrás lo que fue importante. Empieza a experimentar más calma emocional o paz interior, menos reactividad y mayor apertura al presente, un regreso progresivo a la vida cotidiana, reconciliación con la ausencia y capacidad para recordar sin tanto dolor.
Las manifestaciones típicas de la aceptación se pueden ver con pensamientos como:
“Ya no duele como antes”,
“Puedo recordarlo/a con cariño, sin desmoronarme”,
“Esto forma parte de mi historia”,
“Nunca lo/a voy a olvidar, pero puedo seguir adelante”.
Aceptar no es “cerrar” o “dar vuelta la página”. Es poder decir: “Esto pasó. Me dolió. Me duele. Pero puedo vivir con ello.” Es el inicio de una nueva forma de vínculo con uno mismo, con la vida y con lo perdido.
¿Cómo lidiar con el duelo?
Para el duelo existen recursos y actitudes que pueden acompañar y sostener el proceso. Estas son algunas recomendaciones para transitarlo de manera más consciente y amorosa sin que se convierta en un duelo complicado:
1. Buscar ayuda profesional
Acompañarse en terapia puede ser clave para procesar el dolor y no quedarse atrapado en una etapa. La terapia de IFS (Internal Family Systems) permite explorar con compasión las distintas partes internas que aparecen durante el duelo, sin forzarlas ni silenciarlas.
2. Buscar apoyo emocional o apoyo social
Compartir lo que se siente con personas cercanas puede aliviar la carga. A veces, solo necesitamos que alguien escuche sin juzgar ni intentar resolver. El vínculo humano es una gran fuente de apoyo.
3. Validar todas las emociones
El duelo no sigue un orden perfecto ni se vive “bien” o “mal”. Cada emoción, rabia, tristeza, alivio, culpa, tiene un sentido. Validar tus emociones sin culpa es parte del proceso de sanación.
4. Evitar exigirse estar bien rápidamente
No hay un tiempo “correcto” para dejar de sufrir. Apurarse a “superarlo” suele generar más tensión y desconexión emocional. El duelo necesita espacio y paciencia.
5. Practicar el autocuidado
Comer y dormir adecuadamente, ejercitarse, tener momentos de descanso o placer, son tipos de autocuidado que ayudan al cuerpo y al sistema emocional a sostener el proceso. Los sentimientos de tristeza se pueden llevar mejor cuando también nos cuidamos.
6. Crear rituales simbólicos
Encender una vela, escribir una carta, plantar un árbol. Los rituales nos ayudan a honrar el vínculo perdido, darle un lugar y seguir adelante sin soltar el sentido.
7. Usar recursos externos
Libros, podcasts, grupos de duelo, meditaciones guiadas o arte pueden ser herramientas complementarias. A veces, una frase o historia nos ofrece justo lo que necesitábamos oír.
8. Darse permiso para seguir viviendo
Reír, disfrutar, proyectar… no son traiciones a quien ya no está. Son parte del ciclo vital que continúa. Volver a conectar con la vida, no borra lo vivido; lo transforma.
9. Duelo y transformación
Aunque es difícil de ver al principio, el duelo también puede ser una puerta. No porque la sensación de pérdida se “resuelva”, sino porque nos transforma. Nos confronta con lo esencial, nos vuelve más presentes, más humanos.
El duelo es una experiencia profundamente humana y transformadora, que nos confronta con emociones intensas y cambiantes, como una verdadera montaña rusa emocional. Las cinco etapas del duelo que describimos son solo una guía, no un camino fijo: cada persona lo vive a su manera y a su propio ritmo.
Entender lo que sentimos y contar con apoyo puede hacer el proceso de duelo más consciente y llevadero. En lapractica acompañamos estos momentos con respeto y herramientas reales para tu salud mental. Si estás atravesando un duelo, no estás solo/a. Puedes agendar tu demo y transitarlo acompañado/a.