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¿Cuáles son los tipos de apego y cómo se manifiestan en tus relaciones?

¿Cuáles son los tipos de apego y cómo se manifiestan en tus relaciones?

13 nov 2025

Ana Teresa Sucre

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¿Te ha pasado que, aunque cambien las personas, tus relaciones parecen repetir el mismo patrón? Tal vez te cuesta confiar del todo, sientes miedo a perder a quien quieres o te descubres alejándote justo cuando alguien se acerca demasiado. No estás sola: muchos repetimos dinámicas sin entender por qué.

La raíz de esos patrones está en algo más profundo: nuestro estilo de apego y comprenderlo nos ayuda a ver cómo nos vinculamos con otros y con nosotros mismos. En este artículo exploraremos qué es el apego, sus cuatro tipos y cómo el enfoque IFS puede ayudarte a construir relaciones interpersonales más seguras, desde adentro hacia afuera.

¿Qué es el apego?

El apego es, en esencia, el vínculo emocional que formamos con las personas que nos cuidan desde que nacemos. Es la manera en que nuestro sistema nervioso aprende a sentirse seguro, o no, en relación con otros, y se forja principalmente en la primera infancia.

Cuando nacemos, dependemos totalmente de otros para sobrevivir. Durante los primeros años de vida, necesitamos que alguien nos alimente, nos abrace y responda a nuestras necesidades más básicas. Sin ese cuidado, simplemente no podríamos desarrollarnos. Por eso, los seres humanos estamos hechos para vincularnos: nuestro cerebro y nuestro cuerpo buscan el contacto, la cercanía y la protección de las figuras de cuidado.

De niños, el apego se forma a partir de cómo nuestras figuras cuidadoras responden a nuestras necesidades, no solo físicas, sino también emocionales: si nos consuelan cuando lloramos, si están disponibles emocionalmente, si podemos contar con ellas.

Origen del apego

El psicólogo John Bowlby fue quien desarrolló la teoría del apego, y más tarde Mary Ainsworth la amplió con sus estudios sobre cómo los bebés reaccionaban ante la separación y el reencuentro con su cuidador principal. Gracias a sus investigaciones, entendimos que el apego no es solo un tema de la infancia, sino una huella emocional que se proyecta a lo largo de toda nuestra vida.

De adultos, esos primeros aprendizajes se convierten en mapas internos que nos dicen qué esperar del amor, de la cercanía o del abandono. El apego no trata solo del amor romántico: está en la forma en que pedimos ayuda, en cómo manejamos los conflictos y en cómo nos sentimos cuando alguien se aleja o cuando nos abrimos a confiar.

¿Cuáles son los cuatro tipos de apego?

A lo largo de los años, la investigación ha identificado cuatro estilos principales de apego. No son etiquetas, sino patrones relacionales que pueden cambiar con el tiempo y con nuevas experiencias.

A continuación te explicamos cómo se desarrollan los diferentes tipos de apego, cómo suelen manifestarse y qué desafíos o fortalezas traen consigo.

1. Apego seguro

Las personas con apego seguro crecieron, por lo general, con cuidadores previsibles, atentos y emocionalmente disponibles. Aprendieron que podían pedir ayuda y serían escuchadas, que el amor no desaparece cuando se comete un error, y que los vínculos pueden ser fuente de calma, no de amenaza.

En la edad adulta, suelen sentirse cómodas con la cercanía y también con la independencia. Pueden comunicar lo que sienten sin miedo al juicio, se recuperan con más facilidad de los conflictos y tienen una buena capacidad para reparar cuando algo se rompe en la relación.

  • Ejemplo: si su pareja necesita un tiempo a solas, pueden respetar ese espacio sin sentirlo como un rechazo. Saben que el vínculo no se rompe por una pausa.

  • Desafío: Mantener la conexión consigo mismas sin absorber el desequilibrio del otro. En momentos de mucho estrés o vulnerabilidad, pueden desconectarse de sus propias necesidades para cuidar a otros. 

  • Potencial: seguir fortaleciendo su conexión interna y cultivar relaciones humanas donde la intimidad y la autonomía convivan en equilibrio.

2. Apego ambivalente o ansioso

Este estilo suele formarse cuando las figuras de apego fueron inconsistentes: a veces presentes y afectuosos, otras veces distantes o impredecibles. Al haber estos comportamientos contradictorios, el niño aprende que el amor está disponible, pero no sabe cuándo ni cómo. No tiene una base segura.

De adultos, quienes tienen este tipo de apego inseguro suelen sentir miedo al abandono o preocupación excesiva por la relación. Buscan constante validación o cercanía, temen que algo cambie sin aviso y pueden interpretar la distancia del otro como falta de amor.

En una relación, esto puede verse como mensajes frecuentes, necesidad de respuesta inmediata o dificultad para relajarse cuando el otro se aleja un poco.

  • Ejemplo: En una amistad, pueden angustiarse si la otra persona no responde rápido un mensaje o empieza a pasar menos tiempo juntos. Pueden interpretar ese cambio como un rechazo, aunque no lo sea, y hacer grandes esfuerzos por mantener la conexión.

  • Desafío: aprender a confiar en que el vínculo no depende del control ni de la hiperconexión.

  • Potencial: al desarrollar seguridad interna, pueden convertirse en parejas profundamente empáticas, sensibles y atentas al mundo emocional del otro.

3. Apego evitativo

Este estilo se origina cuando el entorno emocional fue frío o poco disponible. El niño aprende a protegerse reprimiendo sus necesidades: “si no necesito nada, no me dolerá que no me cuiden”.

En la adultez, esto se traduce en una preferencia por la autosuficiencia. Son personas que valoran mucho su independencia y pueden sentirse incómodas con la intimidad o la vulnerabilidad. A veces parecen distantes, pero en realidad están regulando su miedo a depender de alguien.

  • Ejemplo: Puede sentir afecto por su pareja, pero cuando nota que la relación se vuelve más emocional o comprometida, se distancia, evita conversaciones profundas o se refugia en el trabajo. Pueden minimizar lo que sienten o evitar mostrar tristeza o necesidad.

  • Desafío: permitirse necesitar, sentir y conectar sin verlo como debilidad.

  • Potencial: cuando aprenden a confiar, pueden ofrecer vínculos estables, maduros y con un amor tranquilo, sin dramatismos.

4. Apego desorganizado

Este tipo de apego suele formarse en contextos donde el cuidador fue una fuente tanto de consuelo como de miedo. Es común cuando hubo experiencias de abuso, negligencia o trauma. El niño se encuentra atrapado entre la necesidad de acercarse y el temor a hacerlo.

En la adultez, este estilo se caracteriza por la ambivalencia intensa: un deseo profundo de conexión y, al mismo tiempo, miedo a ser herido. Las relaciones íntimas pueden volverse un ciclo de acercamiento y retirada, de amor y desconfianza.

  • Ejemplo: Puede sentirse muy conectada con su familia o equipo de trabajo, pero ante una mínima tensión o malentendido, reacciona con desconfianza o se aísla repentinamente, sin entender del todo qué pasó dentro de sí.

  • Desafío: integrar experiencias traumáticas de dolor para poder sentir seguridad en el presente.

  • Potencial: con acompañamiento terapéutico y relaciones seguras, pueden desarrollar una profunda capacidad de empatía y resiliencia emocional.

¿Cómo influye el estilo de apego en la vida adulta? 

Nuestras experiencias tempranas y cómo fue nuestro desarrollo del apego, moldean la manera en que nos relacionamos con todo lo que nos importa: nuestras relaciones de pareja, amistades, familia, trabajo, e incluso con nosotros mismos. Es el filtro a través del cual interpretamos la cercanía, el conflicto, la confianza y el amor.

Un apego seguro nos permite expresar necesidades sin miedo, poner límites sin culpa y pedir ayuda sin sentirnos débiles. En cambio, un apego ansioso puede llevarnos a buscar aprobación constante o a temer el rechazo, mientras que un apego evitativo puede empujarnos a mantener distancia justo cuando algo se vuelve más íntimo. Algunas personas se mueven entre ambos polos: quieren conexión, pero temen ser heridas.

Reconocer estas dinámicas y entender nuestro estilo de apego no se trata de etiquetarnos, sino de abrir el camino hacia relaciones más conscientes, seguras y equilibradas, tanto con otros como con nosotros mismos.

¿Por qué es importante reconocer nuestro estilo de apego?

Reconocer nuestro estilo de apego no es para juzgarnos ni clasificarnos. Es para entender cómo se activan nuestras heridas cuando amamos, y desde ahí, empezar a sanarlas por nuestro propio bienestar emocional y salud mental.

Lo importante es que estos patrones pueden transformarse. Con autoconocimiento, terapia y relaciones saludables, podemos aprender a regular nuestras emociones y desarrollar mayor confianza con nosotros mismos y con los demás. Cada experiencia de vínculo consciente es una oportunidad para reescribir nuestro mapa interno de relaciones cercanas y amor propio

¿Cómo reconocer tu estilo de apego?

Nadie tiene un solo estilo puro. Todos somos una mezcla, y en relaciones románticas o de otro tipo, puede predominar uno u otro. Pero hay señales que pueden orientarte.

Tómate un momento, respira, y lee estas preguntas con curiosidad, no con juicio:

  • ¿Qué haces cuando sientes distancia emocional con alguien que te importa?

  • ¿Te cuesta pedir ayuda o mostrar vulnerabilidad?

  • ¿Sueles preocuparte mucho si alguien tarda en responder o se muestra distante?

  • ¿Tiendes a alejarte cuando las cosas se vuelven muy emocionales o intensas?

  • ¿Puedes sentirte cómodo tanto en la cercanía como en el espacio personal?

  • ¿Tienes miedo de depender de alguien, o de que dependan de ti?

No hay respuestas correctas, solo pistas.

Y si algo de esto resuena contigo, no significa que “tengas un problema”: significa que hay una historia detrás de cómo aprendiste a amar y ser amado a lo largo de la vida.

No se trata de etiquetarte, sino de comprenderte. La conciencia es el primer paso para sanar tus vínculos.

¿Se puede cambiar el estilo de apego?

Los estilos de apego no son rasgos fijos, son estrategias aprendidas para protegernos del dolor. Y todo lo aprendido puede transformarse con nuevas experiencias de seguridad, comprensión y amor.

Gracias a la neuroplasticidad, nuestro cerebro puede crear nuevos caminos emocionales. Lo que alguna vez aprendimos por supervivencia, puede actualizarse a partir de vínculos más sanos y conscientes.

Cambiar el estilo de apego implica tres grandes movimientos internos:

Principios para trabajar el apego emocional

  1. Autoconocimiento: reconocer nuestros patrones, emociones y miedos. Ver cuándo se activa nuestra necesidad de control, o cuándo huimos de la cercanía. Nombrar lo que sentimos ya es una forma de abrazarlo. El acompañamiento de un profesional de la salud, puede ayudarte a esta exploración interna y tener el apoyo emocional necesario.

  2. Vínculo seguro: las experiencias correctivas sanan. Una relación donde te sientes visto y respetado puede transformar años de defensa. No se trata de que alguien te “salve”, sino de permitir que el contacto humano te ayude a reconfigurar tu seguridad interna. Cultivar una comunicación asertiva, expresando lo que necesitas y sientes con honestidad y sin críticas, fortalece vínculos más sanos y equilibrados.

  3. Autorregulación emocional: aprender a calmar tu sistema nervioso. A darte contención cuando el miedo se activa. Respirar, sentir, escuchar el cuerpo. Porque la seguridad no siempre llega de afuera; muchas veces empieza dentro de ti. 

Cómo el enfoque IFS de lapractica ayuda a sanar el apego

En lapractica trabajamos desde el modelo Internal Family Systems (IFS), una forma profunda y compasiva de explorar el mundo interior y sanar el apego desde adentro.

IFS parte de una idea muy poderosa: dentro de ti viven muchas partes. Algunas buscan protegerte, otras cargan heridas antiguas, y todas intentan mantenerte a salvo, aunque a veces lo hagan desde el miedo.

Cuando comprendemos a estas partes, la que teme ser abandonada, la que evita sentir, la que se esfuerza por complacer, empezamos a ver que no somos nuestros patrones, sino quienes los observan. Desde ahí nace una sensación de seguridad, calma y liderazgo interno que se parece mucho a un apego seguro: el vínculo contigo mismo.

Volver a sentirte seguro sanando desde adentro

En las sesiones, el trabajo no es forzar el cambio, sino crear un espacio seguro dentro de ti donde esas partes puedan relajarse y confiar. Donde ya no necesitan reaccionar como lo hicieron en el pasado.

Este enfoque permite que la sanación del apego no sea solo intelectual, sino vivencial. Porque no se trata de “entender” que mereces amor, sino de sentirlo en tu cuerpo.

IFS te ayuda a volver a casa: a construir una relación interna de confianza, aceptación y presencia. Y desde ahí, tus vínculos externos empiezan a reflejar esa nueva seguridad.

Conócete más allá de tus patrones de apego. Agenda una demo gratuita y descubre tu espacio de seguridad interior.

Por

Ana Teresa Sucre

Ana Teresa Sucre

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Certificada en IFS, Marketing & Experiencia del Cliente

Certificada en IFS, Marketing & Experiencia del Cliente

Ana Teresa Sucre trabajó más de 12 años liderando proyectos de marketing para marcas globales como Hewlett Packard, Revlon y Microsoft, antes de descubrir que su verdadera pasión estaba en el área de salud mental y bienestar. Desde entonces, se ha formado, explorado y vivido distintos enfoques terapéuticos. 

A partir de su propio proceso personal, se acercó al modelo terapéutico Internal Family Systems (IFS), un enfoque que ha transformado su manera de comprender y relacionarse con su mundo interior. En 2024 completó la certificación oficial de Nivel 1 (Instituto IFS).

Hoy forma parte del equipo de lapractica, donde une su experiencia profesional con su propósito personal: brindar herramientas a otros en su camino hacia una vida más consciente, conectada y auténtica.

Este artículo refleja su experiencia personal y no sustituye asesoramiento psicológico profesional.