
Articulo
10 jun 2025
Por
Tino González
Tabla de contenidos
¿Te has preguntado por qué algunas situaciones te afectan más de lo esperado o por qué repites ciertos patrones en tus relaciones o en otras situaciones? Muchas veces, la raíz está en lo que vivimos en la infancia. En este artículo exploramos las cinco heridas más comunes, cómo reconocerlas y los primeros pasos para comenzar a sanarlas.
¿Qué son las heridas de la infancia?
Las heridas emocionales de la infancia son experiencias dolorosas que vivimos en nuestros primeros años de vida y que dejan una huella profunda en nuestra personalidad, autoestima y forma de relacionarnos. No siempre se originan por grandes traumas; a veces basta con no sentirse escuchado o acompañado emocionalmente.
Lo importante no es tanto lo que pasó, sino cómo lo vivió el niño que fuimos. Estas vivencias quedan grabadas en el subconsciente y siguen influyendo en nuestras decisiones, miedos y reacciones. Identificarlas puede ser el primer paso hacia el autoconocimiento y la transformación.
¿Cuáles son las cinco heridas de la infancia?
La autora Lise Bourbeau identificó cinco tipos de heridas principales que muchas personas cargamos desde la infancia. Cada una de estas heridas genera una "máscara" o mecanismo de defensa que desarrollamos para evitar volver a sentir ese dolor original.
Herida de rechazo
La herida del rechazo surge cuando el niño siente que no es bienvenido, que sobra o que no tiene derecho a existir. Esto puede deberse a comentarios sutiles, como que esperaban un hijo del mismo sexo, o carencia efectiva constante. Para no volver a sentir ese dolor, desarrolla la máscara del huidizo: alguien que evita mostrarse por miedo a ser rechazado otra vez.
Comportamientos típicos:
Miedo a ser visto o notado
Baja autoestima
Aislamiento emocional
Perfeccionismo o autoexigencia extrema
Frases frecuentes: "No encajo en ningún lugar" "Mejor me voy antes de que me rechacen" "Soy demasiado para los demás"
Herida de abandono
La herida del abandono nace cuando el niño vive una ausencia emocional o física de sus cuidadores. Aunque el adulto esté presente, puede sentirse solo si no hay atención o afecto. Ante ese vacío, surge la máscara del dependiente: una parte que busca compañía, aprobación o cuidado, temiendo que, si se queda solo, no podrá sostenerse emocionalmente.
Comportamientos típicos:
Miedo a la soledad
Necesidad constante de afecto
Dependencia emocional en relaciones
Dificultad para tomar decisiones por sí mismo
Frases frecuentes: "No puedo solo" "¿Y si me dejan?" "No sé qué hacer sin ti"
Herida de humillación
La herida de humillación aparece cuando el niño es avergonzado por ser como es, por tener necesidades o por mostrar su cuerpo. Puede vivirse en entornos con burlas, críticas o castigos. Como defensa, crea la máscara del masoquista: se pone en segundo plano, se autocritica y busca complacer para no ser juzgado ni sentirse nuevamente ridículo o inadecuado.
Comportamientos típicos:
Vergüenza de pedir o recibir
Conductas autodestructivas
Sentido de culpa frecuente
Necesidad de "ganarse" el afecto
Frases frecuentes: "No merezco esto" "Lo que siento está mal" "Siempre hago el ridículo"
Herida de traición
Esta herida se forma cuando el niño confía en un adulto que no cumple lo prometido o lo hiere emocionalmente. Eso le enseña que confiar es peligroso. Para protegerse, aparece la máscara del controlador: intenta tenerlo todo bajo control, desconfía de los demás y desarrolla una actitud rígida para no volver a sentirse vulnerable ni traicionado.
Comportamientos típicos:
Desconfianza constante
Dificultad para delegar
Celos y posesividad en relaciones
Tendencia a manipular para evitar el dolor
Frases frecuentes: "Si no lo hago yo, nadie lo hará bien" "No puedo confiar en nadie" "Siempre me terminan fallando"
Herida de injusticia
Esta herida aparece cuando el niño se siente tratado con frialdad, exigencia o rigidez excesiva. Tal vez creció en un entorno muy crítico, donde mostrar emociones no era bien visto. Para protegerse, desarrolla la máscara del rígido: busca ser perfecto, correcto y racional, creyendo que solo así evitará el juicio o la desaprobación.
Comportamientos típicos:
Autoexigencia elevada
Dificultad para expresar emociones
Autocrítica y juicio constante hacia sí mismo y los demás
Intolerancia a la vulnerabilidad
Frases frecuentes: "No está bien que me queje" "Debo ser fuerte" "Nada de lo que hago es suficiente"
Ejemplos de situaciones que pueden causar heridas en la infancia.
Herida de rechazo
Cuando Sofía tenía 7 años, su madre le dijo delante de sus hermanos: “No entiendo por qué naciste, siempre estropeas todo en la casa”. Después de eso, cada vez que intentaba ayudar, sentía que su presencia molestaba y que no merecía ser amada simplemente por ser ella.Herida de abandono
Carlos, a los 5 años, pasó por tres casas diferentes en un año porque su madre se mudaba por trabajo y él cambiaba de colegio y cuidador constantemente. Cuando llamaba a su mamá llorando porque se sentía solo, ella muchas veces no contestaba, y Carlos aprendió que no podía contar con nadie para sentirse seguro.Herida de humillación
Lucía lloró en la escuela porque se cayó y se raspó la rodilla, pero su padre le dijo en voz alta frente a otros niños: “Deja de llorar como una niña tonta, eso es cosa de débiles”. Desde entonces, Lucía aprendió a esconder sus emociones para no sentirse avergonzada.Herida de traición
Cuando Marcos tenía 9 años, su padre le prometió que lo llevaría al partido de fútbol, pero el día llegó y el padre no apareció, sin dar ninguna explicación. Al repetir esto varias veces, Marcos dejó de creer en las promesas y empezó a sentir miedo a confiar en los adultos.
No se trata de juzgar a quienes nos criaron, sino de entender que lo que nos hiere no siempre tiene que ver con la intención del adulto, sino con cómo lo vivió el niño. Al final, todos somos parte de este proceso de crecimiento como ser humano.
¿Qué señales indican que tienes heridas de la infancia?
Las heridas emocionales de la infancia muchas veces pasan desapercibidas, pero afectan nuestra vida en edad adulta. Influyen en nuestras relaciones, autoestima y manejo emocional. Por eso, es clave identificar las señales que muestran que esas heridas siguen vigentes y afectan tu bienestar.
Te cuesta poner límites sin culpa: accedes a favores que no quieres hacer o evitas decir “no” por miedo a que los demás se enojen contigo. Tal vez acabas sobrecargado sin saber cómo salir de ahí.
Tienes miedo al rechazo o al abandono: sientes ansiedad si alguien no responde un mensaje, te angustia que se alejen de ti, incluso cuando no hay una causa clara.
Te autocriticas constantemente: cualquier error, por mínimo que sea, se convierte en una confirmación de que no vales lo suficiente.
Repites patrones en tus relaciones interpersonales: tiendes a vincularte con personas que te hacen sentir igual que cuando eras niño.
Tienes dificultades para confiar: aunque alguien te demuestre afecto o compromiso, hay una parte de ti que sospecha que puede fallarte.
Te cuesta conectar con tus emociones: sabes que algo te afecta, pero no logras ponerle nombre. Esto impacta tu bienestar emocional y tu capacidad de disfrutar una buena calidad de vida.
Reconocer que tienes heridas emocionales de la infancia requiere mucha valentía, porque implica mirar con honestidad aspectos dolorosos de tu historia personal. Aceptar que estas heridas están presentes es el primer paso para no dejar que controlen tu vida adulta sin que lo notes.
Este acto de reconocimiento abre la puerta a la sanación, ya que te permite tomar conciencia y buscar herramientas para cuidar de ti mismo. Desde ahí, puedes empezar a construir relaciones más saludables y a conectar mejor con tus emociones, mejorando tu bienestar día a día.
¿Cómo sanar las heridas de la infancia?
Sanar estas heridas es un proceso que requiere tiempo, compasión y muchas veces apoyo terapéutico. Algunas formas de comenzar incluyen:
Terapias recomendadas:
Terapia IFS (Internal Family Systems): Ayuda a identificar y dialogar con las distintas “partes” internas que guardan las heridas, facilitando la comprensión y la integración desde un lugar de autocompasión y equilibrio.
Psicoterapia individual: Permite explorar en profundidad las experiencias traumáticas con la guía de un psicoterapeuta, apoyando la transformación de creencias limitantes y promoviendo un crecimiento emocional seguro.
Terapia corporal: Trabaja el cuerpo para liberar tensiones emocionales almacenadas, facilitando la conexión entre mente y cuerpo y mejorando la regulación emocional.
Constelaciones familiares: Revela dinámicas ocultas en el sistema familiar que pueden estar perpetuando las heridas, ayudando a encontrar nuevas perspectivas y soluciones.
Recursos complementarios:
Journaling o escritura terapéutica: Facilita la expresión emocional y el autoconocimiento, permitiendo procesar y darle sentido a las experiencias difíciles.
Meditación y mindfulness: Promueven la atención plena y la conexión con el presente, ayudando a manejar la ansiedad y a cultivar una actitud más amable hacia uno mismo.
Podcast de salud emocional: Ofrecen información, herramientas y apoyo para entender y gestionar las emociones desde la cotidianidad. Anamar Orihuela tiene mucho contenido de valor alrededor de este tema.
Lectura sobre desarrollo personal: Proporciona recursos para profundizar en el autoconocimiento y aprender estrategias prácticas para fortalecer el bienestar emocional.
No estás solo en este camino. Cada vez más personas están despertando a la importancia de sanar y reconectar con su niño interior, como parte esencial de su crecimiento personal y del cultivo de un amor propio más auténtico y profundo.
Detrás de muchas reacciones hay una herida sin nombrar. En lapractica te ofrecemos un espacio seguro para comprender tu historia y sanar a tu ritmo. Agenda una demo con lapractica cuando te sientas listo.
Por
Tino González
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Cofundador y guía de lapractica
Tino González es ingeniero de formación, con una trayectoria enfocada en el emprendimiento y el desarrollo de negocios en el sector industrial. Durante más de una década lideró proyectos en entornos de alta exigencia, hasta que una búsqueda personal lo llevó a reorientar su camino hacia la comprensión de la mente humana y los procesos de sanación emocional.
En los últimos siete años, Tino se ha dedicado al estudio profundo del trauma, la conciencia y el bienestar. Se formó en Compassionate Inquiry con el Dr. Gabor Maté, exploró los fundamentos de Somatic Experiencing inspirados en el trabajo de Peter Levine, y completó su formación en el modelo terapéutico IFS (Internal Family Systems).
Este artículo refleja su experiencia y no reemplaza terapia profesional.