
Articulo
19 jun 2025
Ana Teresa Sucre
Tabla de contenidos
Cómo desarrollar la inteligencia emocional y aumentar tu bienestar
La inteligencia emocional es la capacidad de gestionar tus propias emociones, así como responder adecuadamente a las de los demás. A diferencia del coeficiente intelectual (CI), que mide habilidades cognitivas, la inteligencia emocional está más relacionada con el mundo interno, con las relaciones y con la forma en que una persona enfrenta la vida diaria.
Lo mejor: se puede aprender y fortalecer en cualquier etapa de la vida. En este artículo, te damos herramientas prácticas y ejemplos concretos para el desarrollo de la inteligencia emocional en el día a día.
Habilidades para desarrollar la inteligencia emocional
El psicólogo Daniel Goleman propuso 5 pilares fundamentales de la inteligencia emocional. Comprender cada uno de ellos es el primer paso para fortalecer esta capacidad:
Autoconocimiento:
El autoconocimiento es la base de la inteligencia emocional. Implica ser capaz de:
Identificar lo que se siente en el momento en que se siente.
Entender por qué está apareciendo esa emoción.
Reconocer patrones de conducta que se repiten en ciertas situaciones.
No siempre es fácil, porque muchas veces reaccionamos sin entender qué nos pasa. Pero al mirar hacia adentro, podemos reconocer que muchas emociones vienen de heridas del pasado. Esa conciencia permite salir del piloto automático y responder desde un lugar más libre y adulto.
Ejemplo práctico:
Darse cuenta de que la necesidad constante de complacer a los demás viene de una parte que aprendió a evitar el conflicto para sentirse querido. Identificar este patrón permite empezar a poner límites sin culpa y priorizar el propio bienestar.
2. Autorregulación
Una vez que se reconoce la emoción, entra en juego la autorregulación: la habilidad de gestionar los estados emocionales sin reprimirlos ni dejar que dominen por completo el comportamiento.
Esto incluye acciones como:
Frenar antes de gritar.
Respirar antes de responder con rabia.
Tomarse un momento para calmarse antes de actuar.
Cuando se identifican las heridas emocionales que activan ciertas reacciones, la compresión emocional y autorregulación se vuelve más posible. Ya no se trata solo de "contenerse", sino de cuidar a esa parte interna que reacciona desde el dolor, y elegir cómo responder con más claridad y calma.
Ejemplo práctico:
En medio de una discusión, reconocer que la necesidad de tener razón proviene del miedo al rechazo, y elegir hacer una pausa para conversar desde el respeto y comprensión.
3. Motivación
La motivación emocional nace del propósito personal, no solo de metas externas. Tiene que ver con esa energía interna que impulsa a seguir adelante, incluso en momentos difíciles.
Las personas con alta inteligencia emocional suelen:
Tener un sentido de propósito claro.
Mantenerse enfocado, resiliente y con una actitud positiva.
Sentirse impulsado por valores personales y no solo por validación externa.
Con el tiempo, a medida que uno se conoce y empieza a sanar, lo que motiva también cambia: se deja de buscar aprobación o éxito como forma de sentirse suficiente, y se actúa desde un deseo auténtico, alineado con la propia esencia.
Ejemplo práctico:
En lugar de buscar reconocimiento constante en el trabajo, descubrir que lo que realmente motiva es contribuir a algo con sentido personal.
4. Empatía
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esta habilidad se vuelve más profunda cuando se ha hecho el trabajo personal de mirar las propias emociones y heridas. Quien ha contactado con su vulnerabilidad, puede comprender más fácilmente la de los demás.
Las personas empáticas tienen la capacidad de:
Ponerse en el lugar del otro
Reconocer las emociones de los demás, incluso cuando no lo expresa con palabras.
Comprender desde dónde el otro está actuando. No significa estar de acuerdo con todo.
Muchas veces, detrás de una reacción difícil hay una parte herida que habla desde el miedo, la frustración o la necesidad de ser visto.
Ejemplo práctico:
En lugar de tomarse a mal una actitud distante de alguien querido, preguntarse si esa persona está atravesando algo difícil, y ofrecer cercanía en lugar de juicio, es una manera efectiva de mostrar empatía.
5. Habilidad social
Esta habilidad se refiere a la capacidad de construir vínculos sanos, comunicarse con claridad, resolver conflictos y crear relaciones personales de confianza. Va más allá de “saber tratar con la gente” e implica:
Conectar desde un lugar auténtico.
Expresar necesidades con honestidad.
Poner límites sin culpa.
Reparar vínculos cuando es necesario.
Al identificar las heridas que condicionan la forma de relacionarse y los propios mecanismos emocionales, es posible cambiar dinámicas que ya no funcionan. Las habilidades sociales también se cultivan, paso a paso, con práctica, conciencia y autocompasión.
Ejemplo práctico:
Expresar un desacuerdo con un amigo sin miedo al abandono, confiando en que una relación sana puede sostener el diálogo y el cuidado mutuo.
Ejercicios para desarrollar la inteligencia emocional
Algunas prácticas sencillas para fortalecer la inteligencia emocional según las habilidades emocionales mencionadas son:
1. Autoconocimiento emocional
Practicar pausas de autoobservación: tomarse 1 o 2 minutos al día para cerrar los ojos, respirar y preguntarse: ¿qué estoy sintiendo ahora mismo?
Llevar un diario emocional: anotar lo sentiste durante el día, qué lo provocó y cómo se respondió.
Terapia o acompañamiento emocional: herramientas como la terapia IFS ayudan a identificar partes internas que reaccionan desde heridas no sanadas, permitiendo más autoconciencia. Otros tipos de terapia psicológica también pueden ayudar.
Escuchar el cuerpo: aprender a reconocer señales físicas como tensión, presión en el pecho o nudo en el estómago como indicadores de emociones no expresadas.
2. Autorregulación
Respiración consciente: La respiración cuadrada (inhalar 4 – sostener 4 – exhalar 4 – sostener 4) es una práctica simple y efectiva para calmar el sistema nervioso. Este ritmo ayuda a regular las emociones, reducir la ansiedad y volver al presente en momentos de estrés.
Atención plena o meditación guiada: Entrena tu mente para observar sin reaccionar. Dedica unos minutos a respirar en silencio o escucha una meditación guiada. Esto te da más claridad para elegir cómo responder.
Hacer una pausa antes de responder: especialmente en momentos que te sientas alterado o de estrés. Contar hasta 5 puede ayudarte a responder con más calma y evitar conflictos.
Identificar tus “botones emocionales”:Observa qué situaciones suelen activarte emocionalmente. Anótalas y piensa en estrategias para responder distinto la próxima vez. Reconocerlos es el primer paso para cambiar.
3. Motivación
Definir metas personales con sentido: Pregúntate qué quieres lograr y por qué. Cuando tus objetivos están alineados con lo que realmente valoras, es más fácil mantener el rumbo.
Usa la visualización positiva: Imagina cómo sería tu vida si eso que deseas ya estuviera ocurriendo. Visualizarlo te ayuda a enfocarte, especialmente en los días en que cuesta avanzar.
Celebra los pequeños logros: Cada paso cuenta. Reconocer tus avances, por pequeños que sean, te da energía y confianza para seguir.
Revisa de dónde viene tu motivación
¿Lo haces porque lo deseas tú o por la necesidad de aprobación externa? Si ves que viene de afuera, trata de reconectar con lo que tú realmente quieres. Ahí está tu verdadero motor.
4. Empatía
Escucha activa: escuchar al otro sin interrumpir ni pensar en qué responder, solo estar presente, con apertura y curiosidad, tratando de entender su punto de vista.
Hacer preguntas desde la curiosidad, no desde el juicio: como “¿cómo te sentiste con eso?” o “¿qué necesitas en este momento?” Eso abre el diálogo y fortalece la conexión.
Ponerte en el lugar del otro: Cuando alguien actúa de forma difícil, trata de imaginar qué puede estar sintiendo o atravesando. A veces el dolor se expresa como enojo o distancia.
Observar el lenguaje corporal: Presta atención a las expresiones faciales, gestos y posturas, tuyas y ajenas. Muchas emociones se comunican sin palabras y detectar eso afina tu sensibilidad.
Validar lo que el otro siente
En vez de minimizar (“no es para tanto”), ofrece contención: “Entiendo que eso haya sido difícil para ti”. La validación emocional no es estar de acuerdo, es acompañar.
5. Habilidades sociales
Practicar la comunicación asertiva: decir lo que piensas o necesitas con claridad y respeto. Ser asertivo es hablar de ti, sin atacar ni callarte.
Aprender a poner límites sanos: Frases simples como “en este momento necesito espacio” o “no puedo comprometerme con eso” te ayudan a cuidar tu energía sin sentir culpa.
Pedir disculpas cuando haga falta: Reconocer un error desde la responsabilidad, sin machacarte con culpa, permite reparar vínculos y generar confianza.
Buscar feedback de personas de confianza: pregunta cómo se percibe tu forma de comunicarte o relacionarte. Escuchar con apertura puede mostrarte cosas que no habías notado.
Ejemplos de una buena inteligencia emocional
Resolver un conflicto de pareja
En medio de una discusión, en lugar de gritar o dar respuestas ambiguas, reconoces: “Estoy molesto, prefiero que hablemos cuando esté más tranquilo. Esto es importante para mí”. Posteriormente, retomas la conversación con más calma, empatía y claridad.
Habilidad en juego: autorregulación, empatía y habilidades sociales.
Manejar una crítica en el trabajo
Después de recibir una devolución negativa sobre un proyecto, en lugar de ponerte a la defensiva o tomarlo como algo personal, agradeces el feedback y preguntas con apertura cómo puedes mejorar. Te enfocas en adaptar tu trabajo sin caer en la autoexigencia extrema.
Habilidad en juego: autoconocimiento, autorregulación, motivación y habilidades sociales.
Reconocer un patrón personal
Notar que siempre dices “sí” a compromisos sociales, incluso cuando estás agotado, por miedo a parecer egoísta o a que los demás se molesten. Reconocer que detrás de ese impulso hay una parte que busca sentirse aceptada. Comenzar a validar tu propio descanso como algo igual de importante.
Habilidad en juego: autoconocimiento, autorregulación y motivación.
En un mal día personal
Después de una jornada difícil, en lugar de culparte o exigirte más, eliges darte un momento de descanso y cuidado. Validar lo que sientes es también parte de la inteligencia emocional, así como reconocer y cultivar diferentes tipos de autocuidado en tu vida.
Habilidad en juego: autoconocimiento, autorregulación y motivación.
Poner un límite con claridad y respeto
Una persona recibe una invitación a colaborar en un proyecto, pero ya está sobrecargada. En lugar de decir “sí” por compromiso, responde con honestidad: “Gracias por pensar en mí, pero en este momento no puedo tomar más cosas. Prefiero cuidarme y cumplir bien con lo que ya tengo”.
Habilidad en juego: autoconocimiento y habilidades sociales.
Beneficios de desarrollar la inteligencia emocional
Desarrollar esta capacidad y tener una mejor gestión emocional, tiene un impacto profundo en muchas áreas de la vida. Estos son algunos beneficios:
Bienestar personal: mejor manejo del estrés y la ansiedad, gracias a una mayor comprensión y regulación emocional. Además, mejora el estado de ánimo, la salud mental y fortalece la autoestima.
Relaciones interpersonales: mejora la comunicación, la empatía y la resolución de conflictos, creando relaciones más sanas y auténticas.
Ámbito laboral: favorece el liderazgo consciente, el trabajo en equipo y la toma de decisiones claras.
Confianza y resiliencia: aumenta la seguridad personal y la capacidad de atravesar momentos difíciles con mayor equilibrio.
Conexión más profunda con uno mismo, reconociendo las propias heridas, emociones y recursos.
Mayor automotivación y sentido de propósito, al alinear acciones con valores personales.
Desarrollar la inteligencia emocional no es un objetivo que se alcanza de un día para el otro, sino un proceso continuo de escucha, práctica y compasión con uno mismo. A medida que se profundiza en el autoconocimiento y desarrollo personal, se aprende una mejor forma de relacionarse con las emociones y con los demás. Se abre la puerta a una vida más auténtica, equilibrada y conectada.
No tienes que recorrer este camino solo, en lapractica creemos que todos los seres humanos tienen dentro de sí los recursos para sanar, crecer y transformar sus vínculos. Así que si sientes que es el momento de trabajar en tu comprensión emocional, agenda una demo con nosotros.
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Ana Teresa Sucre trabajó más de 12 años liderando proyectos de marketing para marcas globales como Hewlett Packard, Revlon y Microsoft, antes de descubrir que su verdadera pasión estaba en el área de salud mental y bienestar. Desde entonces, se ha formado, explorado y vivido distintos enfoques terapéuticos.
A partir de su propio proceso personal, se acercó al modelo terapéutico Internal Family Systems (IFS), un enfoque que ha transformado su manera de comprender y relacionarse con su mundo interior. En 2024 completó la certificación oficial de Nivel 1 (Instituto IFS).
Hoy forma parte del equipo de lapractica, donde une su experiencia profesional con su propósito personal: brindar herramientas a otros en su camino hacia una vida más consciente, conectada y auténtica.
Este artículo refleja su experiencia personal y no sustituye asesoramiento psicológico profesional.